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Pequeño homenaje a Celso Piña


Publicación:25-08-2019
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Y Celso canta, toca y compone. Y Celso y su familia que lo quiere tanto, y Celso que alegra el cuerpo, y Celso que es la cura y santidad

Cumbia sobre el Cerro de la Silla


Carlos A. Ponzio de León

Saltos que salpican el río, desde la colonia Independencia. Fábrica de cumbias y música colombiana. Un acordeón de teclas y botones borbotea acordes de tónica y dominante. La gente menea las caderas, da un taconazo con la bota y el sombrero echa una sombra sobre el rostro. Una mujer baila deseando ser desnudada en un hotel de paso. Quinientos pesos la noche, de noches que nunca habrán de completarse, porque las parejas entran y se van. No más incendios sin apagar: la vulgaridad sale de la boca y su resabio, aún en los labios, deja un beso en la mejilla. El rocío del amanecer también tendrá derecho a satisfacerse en saltos que salpicarán el río, desde la colonia Independencia.


El brujo de la colonia baila; el vendedor de elotes, baila; la música, baila; el huiro y los timbales tiemblan sobre el río seco, ante el reflejo de las luces y las lámparas y la mirada fría de las cámaras, que no tienen corazón. El río no lleva agua, pero con tantas salidas de salpicones, poco importa: el curso de la alondra no se desviará: solo se abandona al grito de los cumbiamberos que producen ay, ay, y más ayees, que guardan secretos de amor en las cantinas y en los camiones.


Lodo en las botas, camisas de botones a cuadros rojos y azules, sombreros de fieltro y de cuero y botas de anguila. Todo fino el resplandor de las luces y la capilla que da el último adiós. Un boquete atraviesa el cerro de la campana. Notas negras lentas, y el pesar de quien ya no es nadie, y el machete que echa un chispazo en las banquetas. Cuatro oboes repiten notas: atrás y adelante, y adelante y atrás, y el ritmo de a cuatro es realmente el ritmo de dos. Una figura blanca aparece mientras otras cuatro afinan el alma desde el acordeón.


Y suenan los tambores, cuando cada uno escoge a su pareja, ta-ra-la-ra-re, rejega el cumbiambero. Hay muchachas muy boooooonitas, y siguen los regaños. Ay, ay, ay. La carreta, tan ligera, sucumbe a la emoción, en una noche tan parrandera. Soooooool, si, re, sol. Eeeeeehhhhhhh, la cama tan alegre. Y el unicornio que atraviesa por la noche. Son doscientos faros arreglados, enfilados, aferrados al camino. Y es que uno no puede perdonar.


Y es que nadie sabe lo que siento, porque muero, muero y muero, me tienes esperando, ay, mi vida, no me llamas y mi juventud se me va a escapar en la espera, si supieras cómo yo te quiero, sabrías que no querrás cargar con el peso, de una muerte lenta e intranquila, por la culpa, porque debes de saber, que no solo son tus besos, los que quiero. Si pudieras tu venir conmigo, aquí a mi lado.


Y Celso canta, toca y compone. Y Celso y su familia que lo quiere tanto, y Celso que alegra el cuerpo, y Celso que es la cura y santidad, y Celso que se lleva el mal, y Celso y las caídas, y Celso y la perdición. Pero Celso se levanta hasta la punta de la loma, hasta la cima del cerro de la silla, pues no ha perdido su carácter, y sigue su voz y su acordeón y sigue y sigue. Y Celso sigue, pues le canta al corazón…


Cumbia “solo conmigo”


Olga de León

Suena el acordeón y nadie para de bailar, algunos los que ya tienen muy cansados sus pies y sus piernas, mueven los hombros y los ojos: tanto, que casi se quedan bizcos. Van las muchachas y las maduritas bailando de orilla a orilla al aire libre, abajo del escenario donde Piña y su banda tocan esa noche.

El río encausado en Santa Lucía también se mueve al son de las cumbias, las nubes bailan en el firmamento y las olas del mar, allende del otro lado de estas tierras semidesérticas, ondean al ritmo de Celso Piña.


Hoy no hay otro, todo es Cumbia bajo mi cielo del norte regio. Tierra del más grande de los cantantes de la cumbia y maestro del bandoneón: el rebelde del acordeón. Los cien años de Macondo como los cien años de Gabriel suenan de un lado al otro del mundo Latino. Y Arcadio se levanta de su tumba para bailar mientras Celso toca su acordeón y canta una de sus más famosas interpretaciones de cumbias, la Cumbia de Macondo.


Como si nadie supiera en dónde empezó la cumbia, aunque lo sepan, tienen por cierto que desde el Barrio de San Luisito, quien la hizo más famosa que incluso en la misma Colombia, fue Celso Piña. Y viajó por el mundo, en Alemania enamoró a las germanitas y en Canadá cautivó a los nativos tanto como a los inmigrantes que habitan en Calgary, o en Alberta y a los más güeritos… Y por todo el mundo esparció su ritmo, contagió con su alegría, inundó los cielos de cumbias y sones tropicales, mucho antes de que Celso Piña se mudará pa’ allá y entrara en él, para poner a bailar a angelitos y santos.


Quizás se entretuviera un rato en el purgatorio o hasta se coló en el infierno, para alegrar los corazones de los desahuciados y sin perdón a sus pecados. Su corazón era grande y sus ambiciones cortas, jamás renunció ni a su barrio ni a sus orígenes.


No sé qué tanto termine este texto sonando a cumbia, pero si algunas partes de él están a son tropical, me alegraré de haberme contagiado por la magia de este ritmo que pocas, muy pocas ocasiones escuché y aprecié en su profundo sentido. La Cumbia es el alma de los pueblos latinos, es el son de los pobres, que gustan de bailar también los ricos. Por más que se la haya querido ligar al negocio sucio de maras o narcos, la música no tiene mancha, es inmaculada donde quiera que se la toque, se la componga o interprete. A menos que quienes la tocan o componen mercadeen con ella y hagan sucios negocios. Mas, aún así, el arte de componer e interpretar música no tiene más sello que el de su autor, no el del que paga por escucharla.


La partida de Celso Piña deja un hueco inmenso en el corazón de los amantes de la música mexicana y latinoamericana de corte popular y aliento a pobres, particularmente alegre e impregnada del sabor de las cosas de todos los días, del dolor de los desposeídos o de los engañados y también de los que saben que en el mundo están por alguna razón, aunque aún no la descubran…


Tal vez el ejemplo de Piña les ayudará a encontrar esa razón de vida. Y si no, por lo menos les alegrará el alma y los pondrá a bailar en medio de sus tristezas que podrán ahogar tras beberse el elíxir espumante de una botella…


O, quizá elijan que sus fracasos, decepciones e impotencias salgan con el ritmo de la cumbia convertidos en sudor que empapa las camisas. Y los sonidos tropicales que solo Piña supo mezclar tan alegre y atinadamente serán el mejor premio y constancia de su fidelidad al barrio y su gente.


Y es que Celso fue un real pionero en la mezcla de sonidos tropicales con otros géneros que siempre han estado allí, porque son de dominio popular; tal como lo hizo con la música regia, el sonidero, reggae, hip-hop, entre otros. Lo que legítimamente le permitió tener un lugar en el gusto de la gente y le brindó la oportunidad de entrar en contacto con otros artistas grandes y de reconocido nombre, tales como Café Tacuba, Lila Down, Julieta Venegas...


“Macondo”, es una cumbia creada por Daniel Camino Díaz (Perú), y Celso, en un reconocimiento a quien tanto admiraba, Gabriel García Márquez, como que alguna vez dijo que con Cien años de soledad él aprendió a leer e interesarse en la literatura, la interpretó y grabó junto con su grupo Ronda Bogotá, convirtiéndose “Macondo” en uno de sus más conocidos y principales éxitos, en 1999.


“Aunque no sea conmigo”, ignoro si es realmente de Santiago Díaz, pero en cierta ocasión que la interpreta en el Auditorio Nacional, hace subir a quien llama padre y le pide la cante, puesto que él la compuso.

Aunque no cuentes conmigo
Olga de León

No lo sé de cierto,
ni lo sospecho siquiera.
El viento me trae noticias
y mis celos se encienden.
…..
La música suena y contagia
mentes y corazones tiernos.
Es su son un río rebelde
que se sale de su cause
…..
Y mi amor se arrepiente
No quiere abrir ventanas
por donde lleguen aires nuevos
o palomas mensajeras.
…..
Por si aún no te fuiste,
quiero decirte que conmigo
no cuentes, ni hoy ni mañana.
No es mi temple de acero
más bien es fuego ardiente.
…..
Te vas cuando tú quieras irte,
pero yo aquí me quedo.
Contra viento y marea
de aquí no me muevo.
…..
…esperaré por si tú vuelves
por si aún no te fuiste…
A pesar de mi temple,
y del “no cuentes conmigo…”



« Redacción »