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Hamburgo, escapada perfecta


Publicación:01-09-2019
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Todos los días de la semana se puede escuchar buena música en directo.

Todo el que ha estado puede confirmarlo: Hamburgo es una de las ciudades con más personalidad de Alemania. Espontánea, marcada por su ambiente marítimo, todo aquí está cerca del agua: ubicada en torno a dos lagos, Hamburgo está atravesada por tres ríos (Elba, Alster y Blle) y un montón de estrechos canales llamados fleete. Pero sobre todo es una ciudad abierta acostumbrada desde hace siglos a ver pasar gentes, tendencias e ideas por sus calles. También ha sido siempre uno de los grandes motores del comercio mundial y ni la II Guerra Mundial y sus bombardeos pudieron con ella: se levantó de sus cenizas y hoy es una ciudad rica y dinámica, que vive de su puerto, el más grande de Alemania. El animado espíritu de esta ciudad alemana se refleja es un escena musical.

Todos los días de la semana se puede escuchar buena música en directo. Bandas importantes y también desconocidas, en locales diminutos donde tal vez se estén estrenando los artistas que triunfarán en los próximos años. Una de las muestras de este fervor musical hamburgués es el famoso Fischmarkt, el mercado de pescado de los domingos en el barrio de St. Pauli, que durante el verano se celebra entre las 5.00 y las 9.30 de la mañana.

Junto a los puestos, el remodelado edificio de la antigua lonja de pescado (Fischauktionshalle) acoge conciertos que llegan a reunir, entre trasnochadores y madrugadores, a unas 70.000 personas para escuchar música en directo al amanecer. Pero el símbolo de la apuesta por la música de esta ciudad es la Filarmónica del Elba (Elbphilharmonie), inaugurada en 2017, un espectacular auditorio proyectado por los arquitectos Herzog y de Meuron que se eleva sobre las aguas del río. La posibilidad de escuchar a Wagner interpretado por la famosa orquesta de la Filarmónica del Elba en el Gran Salón, con capacidad para 2.100 espectadores, ha hecho olvidar ya los retrasos y sobrecostes del proyecto. Pero no solo se escucha música clásica en su interior: el programa incluye propuestas que van desde el jazz experimental hasta un original karaoke con respaldo de una orquesta en directo.

Al margen de los grandes escenarios como el Elbi, hay referencias interesantes por toda la ciudad, incluidos bares y locales populares como Fabrik o Knust. Altstadt, el centro de la antigua Hamburgo, en realidad no es tan antiguo; en su mayoría fue reconstruido tras la II Guerra Mundial. Eso sí, se hizo con gran minuciosidad para que no perdiera su esencia y su encanto. Aquí, en Altstadt, están las instituciones municipales y comerciales más importantes de la ciudad, y se puede revivir el ambiente de los tiempos de la Hansa, cuando junto a sus canales se elevaban residencias y almacenes de los adinerados comerciantes. Reflejo de esta época es el Ayuntamiento, barroco, uno de los más ostentosos de Europa, famoso por el salón del Emperador y el Gran Salón.

También podemos hacernos una idea del viejo Hamburgo en Deichstrasse, una calle donde se conservan algunas casas del siglo XVIII que sobrevivieron al gran incendio de 1842 (en su mayoría reconvertidas en restaurantes), y que recuerdan cómo era el antiguo barrio de mercaderes y su viejo canal. La nota moderna la pone el Chilehaus, uno de los edificios más hermosos de Hamburgo, en el nuevo distrito de la Kontorhaus, edificio de ladrillo color café construido en 1924 que recuerda a un trasatlántico: sus singulares muros curvos convergen en una forma que recuerda a la proa de un barco y balcones parecen cubiertas. Es uno de los ejemplos más importantes de la arquitectura expresionista alemana y patrimonio mundial. Junto a él se levantan otros edificios de estilo gótico báltico (backsteingotik), y que dieron forma a uno de los primeros complejos de oficinas de Europa. La Neustadt se une con la Altstadt en el lujoso marco del lago Binnenalster.

El tono de este barrio nuevo lo marcan los elegantes soportales de estilo renacentista de la Alsterarkaden, con sus sofisticadas tiendas y cafés, junto al canal Alsterfleet. Es en esta zona de la ciudad donde se encuentra uno de los iconos de Hambugo la iglesia de St. Michael, uno de los templos protestantes más grande del norte de Alemania. Desde su torre se disfrutan vistas magníficas de la ciudad y sus canales. La otra gran panorámica es la de Mahnmal St-Nicolai, que en su momento –a finales del siglo XIX– presumió de ser el edificio más alto del mundo. Quedó prácticamente destruido tras la guerra, pero ahora está reconstruida y un ascensor de cristal sube hasta el mirador de la aguja superviviente para disfrutar de unas magníficas vistas.

No muy lejos, se puede echar un vistazo a las Krameramtswohnungen, típicas casas con entramado de vigas de madera del siglo XVIII, que durante casi dos siglos fueron residencia de beneficencia para las viudas de los pequeños comerciantes. Hoy las ocupan tiendas y restaurantes y también un pequeño museo para quien tenga curiosidad sobre su historia. Los edificios de ladrillo rojo y siete plantas de altura que bordean el archipiélago de la Spelcherstadt son otro de los símbolos de Hamburgo: uno de los mayores complejos de almacenes continuos del mundo, cuyos gabletes neogóticos y tejados de cobre se reflejan en las aguad de los angostos canales de esta zona del puerto, donde encontramos amarrados barcos históricos.

Quizá contemplar el trajín cotidiano de un puerto comercial no resulte demasiado atractivo a primera vista, salvo que nos asomemos al de Hamburgo, que recibe más de 12.000 barcos cada año y ocupa 75 kilómetros cuadrados. Para disfrutar de esta impresionante panorámica podemos subir las escaleras situadas sobre la estación de metro del Landungsbrücken hasta un mirador de piedra. También hay cruceros que recorren el río Elba, y el puerto, desde el muelle de Landungsbrücken.

Más tranquilas son las vistas desde el velero Rickmer Rickmers, del siglo XIX, reconvertido en un barco museo con un restaurante en la cubierta y bonitas vistas del puerto. Incluso quienes nunca visitarían una zona así en su ciudad de origen suelen escaparse a Reeperbahn, el barrio rojo de Hamburgo, en St. Pauli. A pesar de su fama, y de que el famoso centro Herberstrasse –un enorme burdel que ocupa toda una manzana– sigue abierto, la industria del sexo ha disminuido mucho y St. Pauli es actualmente una zona para salir de marcha los fines de semana, con discotecas, bares alternativos y teatros de musicales, algunos de ellos (los mejores) escondidos en las callejuelas más alejadas de los neones. Referencia imprescindible en St. Pauli es el Kaisarkeller, a cuyo escenario se subieron unos jovencísimos (y aún desconocidos) Beatles en la década de 1960, pero hay muchas más referencias interesantes en el barrio.

En Scanzenvierte, al norte, muchos acuden a descubrir nuevas bandas al ya citado Fabrik, los grupos indies prefieren el Knust, instalado en un antiguo matadero de cerdos, y mientras el Astra Stube mezcla ritmos indies, punks o new wave bajo las vías del tren. Pasando del trajín de su puerto o de su famoso clima lluvioso, los hamburgueses han demostrado ser emprendedores para conseguir tener playa: han construido algunos rinconcitos de playa a orillas del Elba, donde disfrutan de la cerveza en la arena, llueva o luzca el sol. En verano de 1960 una banda novata de Liverpool consiguió una actuación pagada en Hambugo, si conseguían un batería. Tras una frenética búsqueda, Pete Best se unión a John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Stuart Sutcliffe en agosto de ese año. Los Beatles se estrenaron en Grosse Friheit, en pleno barrio rojo, ante un público no muy recomendable. Fueron 48 noches seguidas con sesiones de seis horas en las que el grupo pulió su estilo.

Noche tras noche fueron atrayendo a multitudes, pero en noviembre Harrison fue deportado por ser menor de edad, mientras que McCartney y Best fueron arrestados por intento de incendio. Volvieron a Reino Unido, donde se anunciaron como “Los Beatles, recién llegados de Hamburgo”, e iniciaron el gran salto. Como ciudad marítima, el pescado en Hamburgo es fresco y bueno. Visitar el Fischmarkt, el famoso mercado de pescado dominical de St. Pauli, es una buena forma de comprobarlo.

Funciona desde 1703 y sus estrellas indiscutibles son los escandalosos voceadores que pregonan su mercancía a gritos. Además, hay bandas tocando versiones de antiguas canciones pop alemanas en el escenario ubicado en el rehabilitado edificio de la antigua lonja. Pero el puerto de Hamburgo también está ligado a los orígenes de la hoy popular hamburguesa, que se remontan al tiempo de los tártaros, en el siglo XII: estos colocaban la carne cruda entre la silla de montar y el lomo de su caballo para ablandarla, hasta que estaba lo suficientemente tierna para comerla. La costumbre se extendió por Rusia y desde allí llegó, en el siglo XVII, por barco, el filete tártaro, que los marineros comenzaron a llamar filete al estilo de Hamburgo.

Estas porciones de carne picada salada, por lo general ligeramente ahumadas y mezcladas con miga de pan y cebolla, eran muy duraderas y resultaban un alimento ideal para las largas travesías por mar. Los emigrantes que llegaron desde Hamburgo a Estados Unidos siguieron preparándolas, pero ya en forma de bocadillo. En Hamburgo, como en toda Alemania, se siguen consumiendo actualmente al estilo de antaño, así que para degustarlas no debemos pedir una hamburguesa; aquí se llaman frikadell, frikandelle o bulette, y son el alimento principal de los puestos de salchichas en las estaciones de trenes.



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