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Legal General


Presentan libro "Memorias. Los Supremos de la Corte"


Publicación:19-09-2019
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En la obra se señala con índice de fuego los graves actos de corrupción en la impartición de la justicia en México

Como parte de los avances del derecho en México, se presentó el Libro "Memorias Los Supremos de la Corte" en el Hotel Quinta Real  Valle Oriente, obra del Ex ministro Genaro Góngora Pimentel.

De la mano de Juan Carlos Pérez Góngora como Presidente de México Justo y el Doctor Valdemar Martínez Garza, Presidente de México Justo, Capítulo Nuevo León, se vieron estas tareas.

Y es que algunos libros dicen mucho con su nombre; otros, en cambio, no reflejan necesariamente su contenido en el título. Éste es uno de ellos.

Cuando Genaro Góngora Pimentel , abogado desde hace más de 35 años- me mostró sus Memorias en el Poder Judicial de la Federación, reveló mejoras del Estado de derecho en México.

El Doctor Valdemar Martínez Garza, Presidente Capítulo Nuevo León México Justo dijo: “Me imaginé que se trataba de sus recuerdos a lo largo de su paso en esa institución jurisdiccional”.

“Mi amigo, me pidió que le hiciera el prólogo, a lo que de inmediato le respondí que sí, pues me sentía muy honrado en que me hubiera elegido para ello. Estaba impaciente por empezar a leer”.

“Recibí sus apuntamientos en 155 cuartillas a máquina en papel tamaño carta, mismas que, devoré hasta el final. ¡Quedé impactado!”

“Seguramente el lector también quedará tan impactado como yo, pues se trata no sólo de una crítica al sistema judicial y a sus aplicadores, desde secretarios de juzgado; secretarios de tribunales unitarios y colegiados; secretarios de estudio y cuenta; jueces de distrito; magistrados; y Ministros de la Corte; sino también de una censura a presidentes de la república y otras figuras públicas”.

En la obra se señala con índice de fuego los graves actos de corrupción en la impartición de la justicia en México, en los que han estado envueltos los personajes, de quienes proporciona sus nombres, pues no se trata de un relato anovelado en el que se suministran datos para que el lector los intuya.

No, Genaro Góngora habla claro y los descubre con sus nombres y apellidos. Es un retrato descarnado en el que describe con lujo de detalle la corrupción rampante en el Poder Judicial de la Federación y en el Poder Judicial del entonces Distrito Federal, hoy ciudad de México.

Además el libro ha sido escrito por una persona pública de éxito, quien llegó a la cúspide del Poder Judicial de la Federación, no sólo como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino además, como su presidente. Por tanto, recorrió su entramado y lo conoció profundamente desde sus raíces.

“El autor escribe sobre cómo llegó y quien lo recomendó para llegar a la Corte como Secretario de Estudio y Cuenta allá por el año 1969; de cómo la vida interior de este alto tribunal no despertaba sino como hasta las 11.30 de la mañana, a pesar de que él había llegado desde antes de las 9. Platica del enorme cúmulo de expedientes sin resolver, incluso desde los años 20 del siglo pasado. Se trataba de amparos contra leyes en los que no había caducidad”.

“Critica a los abogados que no se preocupan por estar al tanto de las reformas legislativas y de cómo se reformó la Ley de Amparo para crear la caducidad, con lo que disminuyó el rezago para sorpresa y disgusto de los litigantes, que ni siquiera se acordaban del asunto”.

“Con su característica picardía señala cómo se expresan los Ministros cuando no les es aprobado el proyecto, sea en el Pleno o en la Sala diciendo: Cómo están fallando los Secretarios; en tanto que si el proyecto es aprobado, Qué buen proyecto presentó el Ministro”.

Así en la obra nos cuenta con su particular forma de decir las cosas, las anécdotas que le constan de prohombres del derecho como Raúl Cervantes Ahumada, Ignacio Burgoa y Antonio Martínez Báez, entre otros.

Explica cómo llegó a ser juez de distrito. Le gustaba trabajar en la Corte los sábados, pues antes se trabajaba en sábado; y cómo a sugerencia de Sarita, la secretaria particular del ministro Abel Huitrón y Aguado, lo animó para que le pidiera al ministro que lo propusiera.

“Ya como juez de distrito, recuerda la admonición que el presidente de la Corte Alfonso Guzmán Neyra, les hizo a los 13 jueces de distrito recién nombrados: No se metan con su secretaria particular. Lo que sugiere que es muy común que esto suceda y por eso muchas de ellas son tan hermosas”.

Y es que se descubre los escándalos de corrupción que imperaban en los juzgados de distrito en materia administrativa del Distrito Federal, que estaban por la calle Bucareli, cuyos titulares, no fueron ratificados al terminar su período inicial de 4 años.

“También dice cómo se arreglaban asuntos en una cantina “de medio pelo” que estaba contigua al edificio de los juzgados de distrito, en donde secretarios y mecanógrafos hacían maravillas; y de su secretario proyectista que tenía su despacho a la vuelta del juzgado y con línea privada. Pero poco a poco logró limpiar el juzgado despidiendo secretarios”.

Dicho ello da las razones de por qué había tantos asuntos de todo el país, derivado de los equivocados criterios de la otrora Segunda Sala de la Corte, desde finales de los años 30 del siglo pasado, en que se señalaba que era autoridad competente para conocer de la demanda de amparo indirecto, indistintamente tanto la autoridad ordenadora como la ejecutora.

Explica también cómo invocando los votos particulares del ministro José María Truchuelo, logró, como juez de distrito, revertir esos criterios al declararse incompetente y enviar los autos al juez competente; y esperó a que la Segunda Sala resolviera dándole la razón, con notorio disgusto para los abogados de la capital del país, pues ahora tendrían que ir a litigar a provincia.

“Relata la noche en que a las 10.30 recibió “la llamada”, -esa llamada que todos ansían recibir-, inesperada para él, desde luego, informándole que estaba dentro de los 18 candidatos para ser Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.

“Lo estaban citando a las 11 de la mañana en el Senado de la república. Esa noche no durmió preparándose y pensando en lo que le habrían de preguntar en su comparecencia, y deseando que no lo interrogara “la Tigresa” Irma Serrano. Que por cierto sí lo hizo, y la hábil respuesta que le dio”.

“Pero no sólo critica a otros, también se confiesa como Ministro en retiro, viudo; y relata las razones de la venganza inalcanzada de Edgar Elías Mussi, exsocio de Ignacio Burgoa, quien pretendió que fuera destituido de su cátedra en la Facultad de Derecho de la UNAM, por haber negado la pensión alimenticia dos mujeres con quienes tuvo hijos; y que incluso denunció penalmente a una de ellas”.

En la obra se describe que rodo este escándalo mediático en el que fue calumniado le valió que muchas personas se le retiraran; sin embargo, otros permanecimos fiel a la amistad.

Qué fácil es escribir para enlodar a una persona. Sobre todo cuando se tienen a su disposición los medios de comunicación, ya escritos, ya radiofónicos, ya televisivos.

“¡El pecado de silencio conociendo la verdad, es tan grave como la mentira misma!”

“Los medios lo sentenciaron culpable, y qué grave, porque juzgar sin conocer es prejuzgar; y dejar la justicia en manos de la opinión pública sólo nos llevaría a cometer tantos atropellos como aquél que se ejecutó hace más de 2,000 años en que se crucificó a un inocente porque la turba enardecida lo pidió a gritos.

Nicola Framarino, dice que el derecho penal en manos de la sociedad, sólo sería el látigo en manos de un loco”.

Y es que a  pesar del descrédito generado por tantas mentiras que de él se dijeron, no le guarda rencor a los medios de comunicación. Y siguiendo al abogado Louis Nizer, aconseja a algunos amigos indignados por publicaciones hechas en los periódicos, no demandar por daño moral a la prensa, pues cuando la publicación calumniosa se conoce, se hace más grande por curiosidad.

Además es  una mezcla de tiempos, Genaro Góngora, entrelaza el pasado y presente de su vida, y así nos recuerda su niñez en Ensenada, Baja California y su paso por la primaria Progreso, escuela totalmente de madera; y continúa refiriéndose a las andanzas del Ministro Salvador Mondragón Guerra, quien a sus cien años goza intensamente con mujeres, vinos y amigos; y lo retrata en un burdel con una botella de coñac y una hermosa rubia, evento que le fue platicado por un amigo de del ministro Salvador Mondragón.

“Alude a un compañero magistrado del tribunal Colegiado, un bribón, y de cómo logró detener varios proyectos de resolución al descubrir que los presentaba falseando hechos y datos de los expedientes”.

“Qué difícil debe ser decirle NO a una petición del presidente de la república; y sin embargo cuenta cómo se negó a los requerimientos de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo; quienes le solicitaron que diera la orden de dictar sentencias favoreciendo a amigos, en distintos casos, desde luego.

Narra cómo surgió la tesis sobre suspensión del acto reclamado conocida como “apariencia del buen derecho” (fumus boni iuris), influida por la doctrina de Carneluti y Calamandrei; y de cómo el magistrado Carlos Soto Villaseñor, ayudado por Ignacio Burgoa, redactó el voto particular criticando la tesis”.

Y es que con esa expresión de niño travieso, Genaro Góngora dice que un amigo le contó que Ignacio Burgoa, 900 millas abajo, en las profundidades de la tierra, donde se reúnen los más grandes juristas de la humanidad, está muy molesto con él porque ignoraron su criterio y ahora la apariencia del buen derecho forma parte de la Constitución mexicana.

“Cuando alguien dice “con mucho respeto”, es porque realmente no va a respetar; y por eso, con mucho respeto para mi amigo Genaro, debo decirle que si bien estoy de acuerdo con esa teoría de suspensión, considero que el nombre correcto debiera ser “buena apariencia de derecho”, y no “apariencia de buen derecho”, porque no hay derecho bueno y malo; el derecho es eso: derecho; y no puedo pensar que exista “apariencia de buen derecho”, porque entonces tendría que admitir que hay  “apariencia de mal derecho”, y eso no lo concibo”.

Refiere cómo Juanito Díaz Romero –así lo llama él-, enfureció cuando le propuso que se investigara a los magistrados de circuito corruptos, que tenían casas lujosas, automóviles caros y hacían viajes al extranjero. Lo describe en su “pequeño cuerpecito” furioso con todo y contra todo; y que esa manera de ser le impidió llegar a ser presidente de la Corte, que fue siempre su aspiración.

Díaz Romero vivía en unos pequeños condominios horizontales “muy pinches” –dice Genaro Góngora- , vestía con trajes viejos y los calcetines se le caían; pero ya en el retiro se mandó hacer una casa grandototota en un fraccionamiento nuevo de alto costo y a diario vestía traje nuevo. No le guarda admiración, lo considera “ignorante y limitado”, y su recuerdo de él es malo.

Alude a la facultad de investigación que tuvo la corte y algunos de los casos que conoció, entre ellos el de la persecución de la periodista Lydia Cacho, por el gobernador de Puebla.

“En el que, finalmente por algunas componendas al interior de la propia Corte, y la intervención de algunos altos funcionarios, no se aprobó el proyecto del Ministro Juan Silva Meza”.

Genaro Góngora dice que a muchas personas se les hizo extraña la resolución de la Corte, porque la señora ministra Luna Ramos había sostenido, en la primera mitad de la sesión, su apoyo al proyecto, y, en la segunda mitad, después del breve intervalo que se acostumbra, cambió de opinión e inclinó la votación a favor del gobernador de Puebla. Pero así son las cosas, lo dice el adagio: “Es de sabios cambiar de opinión”.

Expresa acres críticas y la corrupción de varios ministros como, Fernando Castellanos Tena, quien acostumbraba acudir personalmente a los tribunales y juzgados para decir a todos los magistrados y jueces que debíamos brindar nuestra ayuda a “sus amigos” para que resultaran amparados por la justicia federal

También recuerda a Carlos de Silva, con sus grandes borracheras acompañadas del coñac Hennesy que tanto le gustaba. Y cómo siendo juez de Distrito le tocó conceder la suspensión solicitada por Ignacio Burgoa, como representante de los propietarios de las tierras expropiadas por el presidente Luis Echeverría en las llanuras del Yaqui, en Sinaloa y Sonora; sobre todo porque como le dijo Edgar Elías Mussi, ya habían solicitado la suspensión y el amparo se había negado, sin embargo muchas fueron las causas que se movieron para que de nuevo el juez De Silva conociera de este asunto.

“Critica al presidente Vicente Fox, quien firmaba sin leer; y con su picardía característica, Genaro Góngora le recordó que sólo era 4 años mayor que él, en respuesta a que había dicho que el presidente de la Corte era un anciano de más de 70 años, arrancando las carcajadas de los presentes”.

“También menciona al obispo de Saltillo Raúl Vera López, distinguido el 7 de noviembre de año 2010 en Bergen, Noruega, con el Premio Rafto 2010, quien critica al sistema y al presidente Calderón.

En un libro que se escriba sobre el Poder Judicial de la Federación, no espera alguien encontrar los desgarradores hechos de corrupción que revela Genaro Góngora Pimentel, ni que sean contados de esa manera tan descarnada, libre de ataduras y con el velo totalmente al descubierto”.

Además de que ya muchos amigos ha perdido Genaro Góngora desde que salieron a la luz los escándalos en los que se vio envuelto con motivo de sus relaciones extramaritales; y seguramente va a perder muchos más. Sin embargo, él siente y piensa que debe cumplir con su deber y publicar este libro a manera de denuncia, para que las autoridades del Poder Judicial Federal rectifiquen el rumbo y cuiden a la institución a la que se deben, en lugar de deshonrarla.

EL EXPERTO

Los Supremos de la Corte Memorias de Genaro David Góngora Pimentel es Doctor en Derecho por la UNAM, el ministro en retiro Genaro David Góngora Pimentel fue designado en el 2005 por el Senado de la República como Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para el período que venció en 2009. Entre los años 1999 y 2002 se desempeñó como Presidente de nuestro más Alto Tribunal y del Consejo de la Judicatura Federal.

Además de su actividad docente por más de treinta años en la Facultad de Derecho de la UNAM, ha impartido cátedra en el Instituto de Especialización Judicial del Poder Judicial Federal actualmente Instituto de la Judicatura Federal y en la Universidad Anáhuac y es autor de 20 libros en la materia.

En esta obra el ministro en retiro Genaro David Góngora Pimentel hace un recuento de su vida, en especial de su trayectoria en el Poder Judicial de la Federación.

De anécdota en anécdota, va haciendo un retrato de la época que le tocó vivir y de una serie de personajes ligados al poder, desde jueces, secretarios, ministros, hasta presidentes de la República, con los que se relacionó en los distintos cargos que ocupó.

Asimismo, reflexiona sobre algunos de los casos y retos que tuvo que resolver como ministro y como presidente de la Suprema Corte de la Justicia de la Nación, con lo cual ofrece un panorama —único e invaluable—, acerca de la manera como se aplica la justicia en nuestro país, sobre las instituciones y las figuras encargadas de dicha labor, y sobre los problemas que impiden su correcta administración, como la incompetencia y la corrupción.



« El Porvenir/ Alberto Medina »