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Cultural Literatura


Humboldt, el anticonquistador


Publicación:12-10-2019
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A 250 años de su nacimiento


Nacido en Berlín hace dos siglos y medio, el 14 de septiembre de 1769, Alexander von Humboldt ?fallecido hace 160 años, el 6 de mayo de 1859? aún parece rondar por las calles del mundo. El poeta invitado a escribir sobre este científico y cronista alemán, sobre todo en su relación cercana con México, dice haberlo leído desde su infancia.

A Antonio Pasquali, In Memoriam

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La relación entre Alejandro de Humboldt (1769-1859) y México ha sido intensa, productiva e inevitablemente controvertida. Desde su visita de investigador, con duración de un año (en 1803), cuando todavía nuestro país era el reino de Nueva España, el barón De Humboldt marcó de muchas maneras el sentido de la ciencia y la cultura, del mismo modo que afectó en las ideas políticas de la Independencia. No en balde el historiador modernista Carlos Pereyra (1871-1942) dirá que el pensamiento de Humboldt ha sido inspirador de toda la historia moderna de México: sus huellas se ven por todas partes.

2

En una carta, dirigida a su hermano Guillermo (1767-1835), desde Verona, Italia, el 17 de octubre de 1822, Alejandro de Humboldt, casi 20 años después de su regreso de América, le confiesa: “... Tengo un gran proyecto de un establecimiento central de ciencias en México, para toda la América libre. El Emperador de México, a quien yo conozco personalmente, va a caer, vendrá un gobierno republicano y yo sigo empeñado en terminar mis días de la manera más agradable y la más útil para las ciencias en una parte del mundo donde soy extremadamente querido y donde todo me permite esperar una feliz existencia. Es una manera de no morir sin gloria, de reunir alrededor muchas personas instruidas, y de gozar de esta independencia de opiniones y de sentimiento que es tan necesaria a mi felicidad. (...) Tú te reirás de la pasión que pongo en este proyecto americano, pero cuando no se tiene familia, ni hijos, hay que pensar en embellecer la vejez...”

Bien entendía el barón, a los 53 años, que su felicidad humana se encontraba en este continente, de modo muy especial en México. Sin embargo, su proyecto de una vejez bella y libre no se realizó nunca. Humboldt murió de 89 años, en 1859, sin poder regresar a nuestra América. El “Emperador” de que hace mención en la carta es Agustín de Iturbide (1783-1824), un personaje del que no se tiene noticia que en verdad lo haya conocido como insinúa. El “establecimiento científico” que pensaba dirigir tendría que ver básicamente con la minería y la economía. La “América libre” es, por supuesto, América Latina.

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Con lo que dice allí nos queda claro que Alejandro de Humboldt era demócrata y republicano, aunque procediera de una familia aristócrata. Por eso gastó buena parte de su importante herencia materna en realizar el viaje de investigación ilustrada que lo trajo hasta nuestro país al inicio del siglo XIX, cuando todavía era el reino de Nueva España. Quería demostrar los beneficios de la ilustración democrática como forma de gobierno republicano y de administración de las riquezas de la geografía natural.

Retrato de Humboldt

4

Próximo ya a su muerte el barón De Humboldt, cuando José María Lafragua (1813-1875) lo visita en su casa de Berlín, aquél le pregunta:

?¿Qué han hecho ustedes de mi Paraíso?

Porque le preocupaba mucho la lucha fratricida entre conservadores y liberales en que se hallaba envuelto entonces el país, y tenía noticia de que, por los múltiples conflictos bélicos, ya casi nada era igual de bello y prometedor como él lo había visto con sus propios ojos medio siglo antes. Cuenta Vito Alessio Robles (1879-1957) que Humboldt vivió los últimos años de su vida añorando América, y, especialmente a México.

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En una entrevista declaró que muchos de sus recuerdos lo ligaban con nuestro país, señalando que los volcanes de México, cuyos conos entonces estaban cubiertos por nieves perpetuas, eran los más hermosos del mundo: “El Himalaya será más alto, pero no podrá impresionar tanto al espíritu como la cresta de Orizaba”.

Todo muestra que el espíritu sabio y noble de Humboldt quedó fuertemente impactado por esa estancia en el reino de Nueva España de casi un año exacto, donde viajó desde Acapulco hasta Veracruz, visitando lugares como Taxco, Pachuca, Guanajuato, Morelia, Toluca, Puebla y Jalapa; y tomando la Ciudad de México como su centro de operaciones. Teniendo como punto de apoyo el estudio económico de la minería, hizo estudios de vulcanología, geografía, geología y sociología.

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Un lazo especial en la relación de Humboldt con México fue su encuentro con María Ignacia La Güera Rodríguez de Velasco (1778-1850). Si se puede decir que “el padre de la geografía” tuvo un amor especial por la Nueva España, ahora México, ello se debe ligar siempre con la hermosura e inteligencia de esta legendaria mujer. Toda una historia. Porque en su hora no faltaron los chismes sobre la fría sexualidad de Humboldt; hubo lenguas viperinas que lo acusaron de homosexual... y todo eso lo oscurece y complica la forma como el científico ilustrado se hizo amigo de la que sería amante de Agustín de Iturbide y no pocos varones más. Bien se puede decir que la forma erótica como la Güera conmocionó al barón lo llevó a realizar con tal pasión minuciosa lo que hoy se conoce como su Atlas mexicano, pues le volvió incendiario el amor por México como realidad física concreta. Él la recordaba como la persona más bella que había encontrado en sus viajes.

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Ilustrado. Al sacar de su encierro en el patio de la Universidad la gran escultura mexica que llamamos Coatlicue, para mostrársela, Alejandro de Humboldt se horrorizó. Vio en esa figura la barbarie que no deseaba encontrar en ninguna parte: lo fantástico absurdo y contrario a la lógica. Por eso aconsejó a los sabios universitarios que la conservasen guardada, no la consideró “didáctica”. En cambio, lo que sí atrajo su educada atención científica y realista fue la escultura que conocemos como Piedra del Sol o Calendario Azteca. En cuanto Humboldt la contempló recién empotrada en el costado poniente de la Catedral de México, encontró alta sabiduría cifrada en esas figuras; y de modo intuitivo propuso la interpretación de que su labrado representa un calendario.

Romántico. Supo ver en el mapa de la Nueva España una imagen del Cuerno de la Abundancia, alegoría que provocó la codicia de Estados Unidos.

El Calendario Azteca

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El presidente Benito Juárez (1806-1872), cuando sabe que ha muerto el barón De Humboldt, encontrándose en medio de las tribulaciones de la guerra civil de Reforma, lo declaró “Benemerito de la Patria”. Lo admiraron ya en el siglo XIX grandes mexicanos como Ignacio Ramírez El Nigromante (1818-1879) e Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893), y todo el siglo XX educado lo ha tenido presente de muchas maneras, desde Alfonso Reyes (1889-1959) y José Vasconcelos (1882-1959) hasta Octavio Paz (1914-1998), lo mismo que desde Antonio Caso (1883-1946) hasta Luis Villoro (1922-2014) y Jaime Labastida (1939), entre muchísimos más. Pocos seres de carne y hueso han provocado tanto interés y respeto dentro de nuestra literatura y opinión pública, igual se le dedican sesudos ensayos que novelas fantasiosas. Y nunca se dirá todo sobre la importancia de Alejandro de Humboldt, al mismo tiempo que llama la atención lo desconocido que aún sigue siendo ahora en Europa y Alemania.

9

Para Humboldt, la verdad absoluta del Cosmos es inaccesible por completo al intelecto humano, porque éste no puede ser eterno ni infinito como sí lo es esa verdad, sino parcial y subjetivo, mortal. La verdad del Cosmos es un hecho multimodal que debe ser intuido de modo incompleto por la razón humana; pero que así puede ser comprendida la realidad de una manera cada vez más madura y correcta, más evolucionada y cargada de certezas. Tal es el sentido de la razón humana, tratar de conocer la verdad de lo inmediato a fin de intuir desde ella la verdad de lo eterno y definitivo, que parece de principio algo impensable para nosotros. Así es como desde su finitud falible la razón humana, por medio de la ciencia y las humanidades, le da sentido positivo a la existencia.

10

Elegir a Alejandro de Humboldt como modelo de vida hoy día, en este siglo XXI, es un compromiso histórico y una responsabilidad ética. Un compromiso americano y mexicano con la ciencia occidental y la verdad universal que la sostiene, con el progreso y la técnica que la realizan como búsqueda de lo mejor para todos en medio de lo posible y los avatares de la fortuna. Con todo y las contradicciones de la contaminación y el desperdicio absurdo. Porque intentar el sentido contrario y querer regresar al pasado imaginario lleva consigo el riesgo de perder lo esencial: la libertad absoluta de la persona humana.

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En este 2019 se han cumplido 250 años del nacimiento de Alejandro de Humboldt: 14 de septiembre de 1769. Su obra y efectos sobre la civilización occidental han sido y son manifiestamente duraderos; por ello se puede afirmar que Humboldt está aún por ser descubierto y redescubierto desde Nuestra América, y, aún más, desde su Europa y Alemania. Su presencia controvertida marca todas las corrientes políticas y científicas de nuestra historia como México. Tal trabajo soberano del espíritu nos convierte a todos en parte efectiva del espíritu universal que a él lo trajo hasta acá: el gran esfuerzo de la libertad republicana como bien supremo para la persona, y la búsqueda científica del bienestar material para todo el mundo. Hay que revalorar el lugar de Humboldt y su obra en la idea de América Latina que mueve el corazón libertador de Simón Bolívar (1783-1830), el ideal romántico e ilustrado de tener un continente americano libre de fronteras. Un ideal que Alejandro de Humboldt sembró de modo grave y significativo específicamente en México.

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Una anécdota. Cuando el escultor Manuel Tolsá (1757-1816) mostró El Caballito, su obra maestra, frente a delegados, políticos y familias de renombre, ahí estaba Alejandro de Humboldt junto a la Güera Rodríguez. Todos admiran la obra en silencio, y sólo la Güera se atrevió a criticarla:

?Maestro, los testículos del caballo son iguales y, según mi conocimiento, tanto hombres como bestias tienen uno más grande que otro ?a lo que Humboldt agregó:

?Hágale caso, que esta mujer es experta en esos asuntos.



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