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Las siete décadas de Élmer Mendoza


Publicación:06-12-2019
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El sinaloense Élmer Mendoza cumple mañana siete décadas de vida.

Para festejarlo con él, hemos buscado al narrador de novelas, el primero en el país cuyos temas están vinculados al narcotráfico, modelo que han continuado luego numerosos autores, acaso sin el fino sentido literario del homenajeado…

México.El día de mañana el escritor mexicano Élmer Mendoza (Culiacán, Sinaloa, 1949) cumplirá 70 años de vida. El mayor exponente de la llamada narcoliteratura y el más reciente ganador del Premio Letras de Sinaloa, de donde es oriundo, autor de obras como El amante de Janis Joplin, Balas de plata, Besar al detective, La cuarta pregunta, Firmado con un klínex y El viaje de la tortuga Panza Rosa, accede a una entrevista con Notimex para charlar sobre su trayectoria, sus opiniones literarias y de las percepciones que tiene sobre el problema de la violencia y el narcotráfico en México.

Rancho y ciudad, Verne y cómics

¿Cómo fue su infancia en Sinaloa?

      Hubo de todo. Yo crecí en el campo con mis abuelos como hasta los nueve años. Con ellos aprendí todo lo que la gente que vive en zonas rurales sabe desde que comienza a caminar: las tareas agrícolas, trabajar con las vacas, los animales. Uno crece de esa manera. También fueron ellos quienes me educaron bajo los valores fundamentales, sobre todo los de la religión: no robar, no portarse mal con los otros, cumplir tu palabra, ser formal, toda esa serie de cosas. Ahí no había escuela, lo cual quiere decir que comencé a leer hasta los diez años cuando mi madre me rescató?dice mientras ríe?. Con ella tuve otra etapa muy bonita en donde descubrí los libros. Vivir en un rancho y vivir en una ciudad son cosas muy distintas, pero ambas son muy agradables.

      ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?

      La primer novela que leí fue Veinte mil leguas de viaje submarino. Fue tremenda para mí. Esa historia me impresionaba mucho, sobre todo porque el rancho de mis abuelos se encontraba a un costado del mar. Ellos siempre me enseñaron a tenerle cuidado, entonces imaginar a un submarino que se mete ahí abajo se me hacía muy emocionante. También descubrí rápidamente los cómics porque ahí en mi barrio, uno muy bravo, la raza disfrutaba mucho de ellos, así que decidí incorporarme a ese grupo de lectura. Fue parte fundamental para mis lecturas de primaria y secundaria.

Sinaloa, ayer y hoy

En una entrevista mencionó que el norte de México es como si fuera otro país, ¿a qué se refiere con eso?

      Primero que nada la zona de la Ciudad de México es una muy generosa. Físicamente también somos muy distintos. Acá estamos más quemados por el trabajo duro que hacemos bajo los tremendos soles del desierto. Los pantanos, los ciclones que arruinan las cosechas; es una vida que nunca se puede calcular. También crecemos un poco con la tendencia de ir al norte en lugar de ir hacia el sur. Recuerdo mucho que por mi barrio pasaba mucha gente que te invitaba a trabajar de bracero en Estados Unidos, pero la verdad a mí nunca me llamó la atención eso. Ya para cuando conocí la Ciudad de México, pues qué belleza. Tremenda vida la de allá: Bellas Artes, el Palacio Nacional… Yo me decía a mí mismo que estaba en otro país. Conforme fui conociendo los alrededores también me di cuenta que la comida es muy diferente a como la hacemos acá en el norte. En fin.

      ¿Cómo compara el Culiacán de antes con el de ahora?

      Culiacán ha crecido mucho. Ha llegado la riqueza y aparentemente no hay desempleo porque hay mucho trabajo en el campo para todos. Ahora sí que los que no quieren no trabajan, como dice el dicho. Se han enriquecido las opciones de actividades y a veces, como por 15 minutos, nos hace sentir como si fuéramos una ciudad de primer mundo. Antes podíamos recorrerla de punta a punta a las 2 de la mañana, ahora ya es muy amplia y además está llena de autos. Lo que no ha cambiado para nada son las chicas hermosas ?carcajea nuevamente.

Cada problema tiene su solución

En su etapa universitaria Élmer Mendoza quería convertirse en físico, sin embargo a los 28 años se adentró en el oficio de escritor que ya no dejaría nunca más.

      Mi proyecto inicial era meterme en el mundo de la ciencia. Eso es un entrenamiento muy fuerte de introversión que a la larga acaba generándote muchísima paciencia. Había veces en que nos tardábamos días resolviendo un solo ejercicio de clase. Más adelante cuando apliqué ese mismo sistema a la hora de escribir una novela, ya no entraba en pánico por ese conocimiento adquirido en mi paso por la ciencia. Cada problema tiene su solución, es lo que siempre me digo. Todo consiste en no desistir, incluso cuando la búsqueda te lleva por caminos equivocados o incluso sin salida.

      ¿Se arrepiente de no haber comenzado a escribir antes?

      No, claro que no. Sé que mi vida es así. He llegado tarde a muchas cosas, pero creo que todo lo que nos sucede también nos educa. Es como mi caso con la lectura: empecé a una edad avanzada, pero también la vida del campo me transmitió cosas esenciales que me han hecho la persona que soy al día de hoy. En ese sentido mi incursión dentro de la ingeniería fue parte de mi formación como escritor.

La calle como escuela

Lejos de ver la situación de violencia y narcotráfico en México con anteojos de oportunismo literario, Élmer Mendoza se dice parte de un movimiento que retrata fielmente lo que día a día vive su gente.

      ¿Qué opina sobre el término “narcoliteratura”?

      La verdad me causa gracia porque siempre tengo que responder algo relacionado con eso. No recuerdo quién lo inventó para molestarme; pero, al revés, a mí me encantó, porque ser padre de algo es importante. Luego, cuando el mundo de la academia encontró una explicación para algo que yo hacía, pues no me desagradó. No estoy muy seguro si es un nombre que pueda denominar mis intenciones estéticas como escritor, pero ya veremos si en el futuro se acuña un término más exacto. La verdad, ni siquiera es algo en lo que pienso mucho.

      ¿Cree que haya narradores que escriben sobre este tema debido al éxito que ha tenido a lo largo de los años?

      La verdad es que es un tema avasallador y muy seductor. Yo creo más bien que todos los escritores tienen la puerta abierta para incursionar en él. Incluso los que no viven en regiones muy intensas como la mía pueden tener la capacidad de imaginar las historias. Al final hemos logrado un movimiento literario muy fuerte que retrata un delito intenso de nuestro país.

      ?¿Usted inventa los sucesos que narra o los recoge de lo que vive y escucha?

      ?Básicamente los imagino, los invento. Siempre están matizados con asuntos que escucho y leo en la prensa y, sobre todo, de la creación oral de la gente. Muchas veces me pongo cerca de las pláticas callejeras y escucho historias increíbles. La anécdota fundamental de El amante de Janis Joplin la saqué de una conversación que estaban teniendo unos chicos mientras bebían en la calle. En ese instante saqué mi cuaderno y la recogí. La calle es una escuela tremenda que nos educa para la vida.

Reglas y exigencias de la literatura

¿Qué opina de la dicotomía frente a este fenómeno, comúnmente presentada por los medios de comunicación, como la del bueno y el malo, el héroe y el villano, el narcotraficante despiadado que acecha a la ciudadanía indefensa e incorrupta?

      Cuidado. Yo percibo que hay de todo. La evolución del mundo del narco desgraciadamente ha llegado a un extremo despiadado de violencia. En un principio, hace unos 70 años más o menos, tenía sus reglas y sus formas de convivir y trabajar de una mejor manera. Pero como es un negocio muy productivo que creció rápidamente, los herederos se volvieron más rudos y violentos que sus antecesores. Es increíble los niveles de sangre a los que hemos llegado: las balaceras, las decapitaciones, las intervenciones de cadáveres. Al principio eso no pasaba, pero las reglas del juego cambiaron por completo.

      ¿Cómo hace un narrador que escribe sobre las formas de vida y de actuar del narco para que no se vuelva una apología de ésta?

      ?No pienso mucho en eso. Desde un principio he tratado de crear una literatura que gire en torno al lenguaje y en la cual no me preocupo demasiado por las temáticas que trabajo. El punto siempre fue que alcanzara un nivel estético que a veces provoque emoción en los lectores, a veces terror, asco, incluso rechazo. Para lograrlo se requiere una cierta técnica narrativa y crear esos juegos tiene que ver más con reglas que son estrictamente literarias, las cuales están basadas en el lenguaje, los ritmos narrativos y los momentos específicos que el tratamiento de cada acción requiere. Trabajo muchísimo ese aspecto y por eso me tardo mucho en escribir una novela. Entre dos y tres años. Además siempre estoy escribiendo dos o tres a la vez.

      ¿Cómo hace para que su literatura no caiga en una especie de crónica o reportaje?

      Mucho tiene que ver con el empeño que uno pone. Lo que siempre le digo a mis alumnos es que si quieren llegar a ser escritores, los siguientes Juanes Rulfo, tienen que trabajar arduamente y depurar sus textos. La literatura tiene sus reglas y sus exigencias.

      ¿Cree que tiene lectores por puro morbo, así como sucede muchas veces con las series de televisión que tratan el tema del narcotráfico?

      Creo que mis lectores están más interesados en cómo cuento que en el tema del que narro. Todos los riesgos que he corrido en mi escritura los conocen y, al final, los disfrutan. La prueba está en que mis novelas nunca han sido llevadas a la televisión. Ni siquiera sé cómo le harían.

Generar pensamiento

¿Cree que de alguna forma la literatura, la televisión, la música, y otros ámbitos de la cultura que toca este tema normaliza en los niños la violencia que vive México?

      Eso es algo que me pregunto mucho. Este país tiene mucha fragilidad ante eso. Nuestra educación no le hace creer a los niños que van a poder triunfar en la vida cuando se gradúen, entonces vivimos en un ambiente que es propicio al fracaso. Me imagino los niños que sólo ven a su papá los fines de semana o que de plano no los ven por sus horas de trabajo de criminales. Esa fragilidad sí puede hacer que se inclinen por la vida de la delincuencia. Creo que si fortalecemos la educación todo puede ser diferente. Los padres deben de tener cuidado también, porque la educación de casa es fundamental.

      Muchos mexicanos se sienten desesperanzados ante la violencia que azota al país, ¿usted qué opina al respecto? ¿Cree que algún día pueda resolverse este asunto?

      Lo veo lejos, pero no es imposible. Las personas encargadas de la seguridad nacional deben revisar constantemente sus estrategias para poder avanzar con el control de la delincuencia

      Si no existiera este problema, ¿Élmer Mendoza seguiría escribiendo?

      Por supuesto. Yo ya soy un escritor con un proyecto para el resto de mi vida. Claro, en un momento dado me gustaría tomar un descanso. Mi esposa no me lo cree porque soy demasiado clavado en mi escritura, pero un par de años no estaría nada mal.

      ¿Considera que la literatura puede ser un factor fundamental para superar esta problemática?

      Puede ocurrir. La literatura no se hace con el propósito de resolver nada, es más que nada para que la gente sienta algo, lo que sea. Pero por esa misma razón, al final, acaba influyendo inevitablemente en eso que mencionas.

      Qué representa El Zurdo Mendieta en su vida?

      Es un desgraciado, no me deja tranquilo. Es una presencia importante para mí, ya hasta tiene su club de fans. Ha sido parte de nuestras vidas y no lo he podido evitar. Cuando estoy trabajando en una historia, mi mujer me pregunta por él y en qué anda metido. Es alguien que además se ha convertido en un elemento de unión con mis amigos y mis lectores.

      ¿Qué significa la docencia y la Universidad Autónoma de Sinaloa para usted?

      Tremendo. Me gusta muchísimo dar clases. Doy clases de literatura grecolatina, desde Homero hasta Horacio, y también de literatura medieval española. Compartir los años con los estudiantes ha cambiado mi vida. No hay nada más satisfactorio que escuchar hablar a tus alumnos fuera de clase, en los pasillos, del tema que presentaste. No creo que el interés de las nuevas generaciones vaya en deterioro, creo que la respuesta está en si los maestros sabemos cómo llegarles al corazón y provocarlos. Mis clases duran dos horas, pero yo solamente hablo 15 minutos. La literatura tiene muchos niveles, no uno solo. Mi clase se trata de abrir el libro y desentrañarlo completito desde distintos aspectos. La universidad es un espacio increíble para generar pensamiento, dudas, posturas y conocimiento.

¿Qué pasa contigo, muchacho?

Ahora que va a cumplir 70 años, ¿se siente satisfecho con su trabajo?

      Me siento muy bien. Aún puedo comer rico, beber vino, disfrutar. Cada vez veo menos, pero me siento a gusto. En un proyecto de vida como el mío, en donde aposté todo, se agradece siempre el apoyo de los familiares y de los amigos que te ayudan, que te presentan oportunidades, que te invitan a lugares. La literatura mexicana va para adelante y vamos durísimo todos juntos.

      Si pudiera decirle algo al joven Élmer Mendoza, ¿qué sería?

      Lee más, bato, lee más. ¿Por qué no terminaste de leer a Benedetti? ¡Él también es importante! Ya sé que te clavaste con Onetti, pero Benedetti también tiene lo suyo. ¿Qué pasa contigo, muchacho? ?carcajea una última vez.



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