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Sabias Que En Escena


Medio Oriente en 2019, el creciente agravamiento de conflictos


Publicación:24-12-2019
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Es una secuencia de actos que han intentado destruir todo lo alcanzado.

México.- La administración de Donald Trump será recordada por provocar un enorme retroceso político en la relación de Palestina con Israel, así como por no evitar un agravamiento en varios conflictos de Medio Oriente.

Según estima el escritor mexicano de origen sirio Maruan Soto Antaki, en entrevista con Notimex, los agravios de Trump en el conflicto árabe-israelí no se reducen sólo a su apoyo a los asentamientos de Israel en Cisjordania. Es también la embajada en Jerusalén, el apoyo a Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí.

Es una secuencia de actos que han intentado destruir todo lo alcanzado. Todos estos actos de la administración Trump han anulado las posibilidades de un diálogo que había dado pequeños avances. Reponer eso puede tomar años y, si se hace, será gracias a la sensatez que se puede encontrar en algunos sectores palestinos e israelíes”, expresa el ensayista.

Maruan es hijo de la novelista y filósofa Ikram Antaki, quien nació en Damasco y en la década de 1970 emigró a México, donde ejerció la divulgación filosófica, la reflexión política, dio conferencias, participó en radio y televisión, y escribió la mayoría de su obra. El joven Maruan, nacido en la Ciudad de México en 1976, es novelista, ensayista y colaborador del diario Milenio.

En cuanto a la posibilidad de que los opositores israelíes y árabes a la gestión de Benjamín Netanyahu lideren una moderación de su política de ocupación, Soto Antaki se declara desencantado.

¿Puede lograrse mediante el trabajo de la oposición una reconciliación entre Palestina e Israel, en contrasentido a la agresividad de Netanyahu y los sectores que lo respaldan?, se le pregunta al escritor.

“No lo sé. Ya no lo sé. Aprendí a no creer en mis esperanzas”.

Siria: la imposibilidad de la convivencia

Sobre el conflicto militar en Siria, que inició en 2011 y ha implicado la participación armada de potencias extranjeras como Rusia y Estados Unidos, Soto Antaki estima que el país enfrenta la imposibilidad de vivir en convivencia multicultural.

“Prefiero llamarle condición a la situación en Siria. La elasticidad de una guerra donde cambiaba la relación de fuerzas a partir de la incorporación de nuevos frentes primero se transformó en una constante y después, tras el apoyo de Rusia en los días de la incursión en Alepo, entramos a un largo periodo casi estático —salvo episodios como el reciente, con el cuasi retiro de Estados Unidos—, en el que la brutalidad del régimen y sus aliados se hicieron condición”, evalúa.

“También lo fue la de otros actores en el conflicto, pero en la jerarquía de la violencia hay que recordar que la mayor cantidad de víctimas pesan sobre la dictadura y, después, bajo los bombardeos rusos. En Siria cualquier asomo de paz implica la permanencia de la tragedia”.

“Quizás sea bueno recordar qué es la paz, más en una región como Medio Oriente. La posibilidad de una convivencia multicultural en un país multicultural está completamente mermada. Una generación entera se ha criado bajo la guerra. Parte de la población del país está fuera de él y su posibilidad de regresar está condicionada al régimen. Es la misma dictadura desde los años del padre (Hafez) Assad, que iniciaron en 1971. El desafío en Siria es la imposibilidad; el del mundo entero es ver lo que dejó de observar con el declive del Daesh (Estado Islámico) y su demencia criminal”, agrega.

Líbano e Irán: diferencias en la protesta

En cuanto a las protestas ciudadanas en Líbano e Irán, Soto Antaki llama a tener claras las diferencias específicas de las luchas en cada país. “Ni Irán, ni Líbano, ni Iraq, con sus nuevas protestas, y a pesar de sus coincidencias, pueden pensarse con la misma mirada”, aclara.

“Uno de los errores más frecuentes del mundo occidental es tratar el conjunto de los países de Medio Oriente y sus cercanías como un mismo todo. En Irán podríamos, como viene ocurriendo desde 2008, ver las fracturas de un modelo sectario y fanático que se instauró en 1979 con la revolución del ayatola Ruhollah Jomeini. Al mismo tiempo, podemos ver su capacidad de adaptación en aras de la permanencia”, indica el ensayista.

“El caso libanés es distinto y mantiene una relación dual donde las esperanzas se impulsan y acaban en simultáneo. Aquí hablamos de un movimiento que rechazó el sectarismo de una clase política tan aguada como otras alrededor del mundo, pero que se ha visto embestido por el sectarismo. Sobre todo, tras el nombramiento del nuevo primer ministro”.

En cuanto a la tentación de interpretar estas protestas como una nueva primavera árabe, protestas que al principio de la década de 2010 movilizaron a miles de jóvenes contra sus gobiernos en países del norte de África y de la Península Arábiga, Soto Antaki pide no idealizar ese proceso.

“(Las primaveras árabes) fueron el triunfo de la ingenuidad de la generación más joven que la mía y la mía. En ese momento no se midieron las consecuencias ni se construyó una alternativa que blindara las intenciones de una vida más decente contra la presión de la indecencia, del fundamentalismo, de la barbarie. Desde esa perspectiva, ojalá no se caiga en el mismo error”, acota.

“Algo que me entusiasma en el caso libanés es ver asomos de una generación que podría no caer en los mismos errores”.

Dictadura teológica e injerencia internacional

Sobre las sanciones internacionales impuestas a Siria e Irán, Soto Antaki estima que en ambos casos no se puede hablar de acoso militar o económico como si se tratara de países normales.

“Siria tiene una dictadura, Irán una dictadura teológica. Entre las dos la relación es naturalmente buena. En Siria durante décadas se controló a la población a través del miedo al Mukhabarat, la policía secreta. No conozco mayor acoso que el de ellos. Déjame hablar más de Siria porque mi cercanía lo reclama. ¿Cuál acoso? ¿La injerencia rusa? El gran aliado de Damasco. ¿La injerencia de Irán y sus milicias?”, problematiza el escritor.

Sobre la injerencia de occidente “habría que ser responsable, como nunca lo ha sido occidente en Medio Oriente. Un componente de la inestabilidad y tragedia en la región es responsabilidad de la incapacidad occidental de entender los conflictos regionales, a partir de esa incapacidad se ha operado en Iraq, en Palestina, en Siria”.

“La presión de potencias internacionales se debe mantener bajo una óptica que se ha preferido dejar de lado. Es claro que se han defendido los intereses particulares, pero antes de entrar en definiciones exiguas de soberanía recordemos los acuerdos internacionales sobre la responsabilidad de proteger”.

“Las tensiones seguirán (en la región). Somos una especie bastante bestia en la que la mezquindad es bandera de todas las tragedias. Quizá mi pesimismo parece poca cosa. Después de demasiado tiempo, me cuesta imaginar una vida decente en ambos países. Puedo imaginar pequeñas esferas, burbujas de tranquilidad en la que sus sociedades se desarrollen momentáneamente, en espera de la siguiente desgracia. Sé que suena a nada, pero no lo es”, concluye.



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