banner edicion impresa

Opinión Columna


La disciplina no funciona más


Publicación:21-02-2018
version androidversion iphone

++--

Tenemos 300 años de comprobar que dicho modelo disciplinario es ineficaz, no solo fracasa en el ámbito legal, psicológico y penitenciario, sino en el educativo

Ahí donde la autoridad se viene abajo el poder armado toma el relevo

Paul Verhaeghe

¡La disciplina no funciona más! No solo es la queja, sino la realidad de muchos contextos (familiares, educativos y sociales) donde la aplicación del modelo disciplinario correlativo a un código de valores y enseñanzas morales (¡El deber ser!) en vez de una posición ética activa, donde cada sujeto responda ante lo que hace y dice, ha fracasado.


El principio disciplinario se basaba en la adecuación de la vida (palabra, obra y omisión) a ciertos modelos morales que se pensaban garantizadores de un orden. Todos y cada uno deben someterse, uniformarse y adecuarse, a seguir parámetros específicos; nada ni nadie deben exceder dichos límites; padres de familia, maestros y directivos, funcionaban en un pacto social a través de organizadores disciplinarios (Pater familias, jefe, empresa, presidente en la patria, etc.) que se suponían absolutos y –sobre todo- garantizadores de orden -y por qué no decir también- de progreso social. Quienes osaran transgredir dichas normas eran tomados por indisciplinados y requerían una corrección (castigo físico, moral, religioso, penitenciario, etc.) para regresar al “buen camino”. La etimología de la palabra educar, significa precisamente eso, guiar, conducir y regresar al buen camino a la senda justa.


Es en el siglo XVIII, el campo del derecho -y posteriormente otros contextos, como la educación - se modifica: ya no sólo se juzgará y sancionará lo que alguien ha realizado, sino lo que podría hacer, surgiendo así el sujeto sospechoso: alguien que no ha ejecutado tal o cual acción, sino se cree, puede tener la tendencia, es decir la potencialidad de llegar a… hacer/convertirse en una amenaza. Surgiendo así los culpables inocentes, “culpables” por portar alguno de esos “rasgo” previamente establecidos, pero al mismo tiempo, inocentes, porque no han realizado –aún, se dirá en defensa de dicho modelo- lo que se supone de tal o cual acción. Para ello los alienistas, futuros psiquiatras y psicólogos –jueces paralelos les llamará Michel Foucault- se encargan de crear objetos de investigación donde se operacionaliza, se reduce, se describen conductas, acciones, en base a rasgos o “señales de alarma” que se colocan como pruebas fijas de anticipación, es decir que si alguien presenta tal o cual elemento, entonces significa…; creyendo que con ese cuerpo de conocimiento psicológico, criminológico, se puede “pre-ver”. Y claro que se puede prever, porque se le está creando, fijando, moldeando para ello desde esas nociones, y así estar convencidos que con ello se evitará el mal social, sin advertir que se le está fijando, anticipando, produciendo.


Tenemos 300 años de comprobar que dicho modelo disciplinario es ineficaz, no solo fracasa en el ámbito legal, jurídico, psicológico y penitenciario, sino en el educativo-moral, institucional, familiar; no hay forma de matematizar, controlar, regular, someter lo humano, por más sanciones, gritos, sermones, amenazas, educativas o corporativas, no existe un orden del orden, disciplina de la disciplina, prueba de la prueba, garantías de las garantías.


El lazo social, es decir, la forma en la que los humanos nos construíamos y construíamos realidad, contexto, organizadores y prácticas (educativas, religiosas, morales, jurídicas, medico-psicológicas) se ha modificado en sus fundamentos y prácticas, pretender retornar o recuperar su estilo mediante discursos psicológicos, políticos, religiosos, educativos y económicos, autoritarios, ejercer funciones con más rigor y vigilancia, no ayudará nunca, ni a aminorar, ni a prevenir o modificar lo que sucede (los terribles efectos, la indisciplina, los fracasos, económicos, escolares y de rehabilitación social, la indiferencia y apatía de niño, jóvenes y adultos, ante la propuesta de creer que ajustándose disciplinariamente, sometiéndose a un modelo único, por su bien, como contexto social y estilo de vida, y un largo etcétera) que pretende dictar qué hacer y qué no hacer para entonces poder ser, bajo pena de castigo o llamada de atención, ser discriminado por diferente, se puede transformar en un lazo social basado en la inclusión de la singularidad y la responsabilidad, ya no en seguir un único patrón de comportamiento moral, educativo y económico, sino en la educación y vínculos creativos, responsables de lo que se siente, piensa y hace, donde impere más que la indisciplina la articulación de multidisciplinas, que podemos encontrar en muchos países, sus modelos educativos y colectividades.


Si cada uno se incluye -creativa y responsablemente- en lo que hace y dice, sin esperar que algo más (teoría, reglamento, supuesta verdad absoluta, valores, sentido común, dogmas, etc.) autentifique, de el sello de verdad, de validez, desaparecería la indisciplina, pues ésta requiere de un referente único, un patrón de comportamiento, un maestro, líder, madre o padre de familia que se identifique y sostenga con mayor rigor y totalidad absoluta en vez de educar siguiendo su otro sentido etimológico: movimiento, transformación, seducción por el saber y la creación de objetos y actividades pautados por la singularidad y creación de cada uno, en vez del seguimiento de un solo modelo, que termina por ser atacado, dinamitado, acribillado.
contacto@camiloramirez.com.mx



« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


Publicaciones del autor