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Opinión Columna


Caminar con miedo


Publicación:10-03-2018
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Los tipos de violencia que padecen las mujeres y el lugar donde acontecen, normalizan la relación que establecemos con este fenómeno tan complejo

 

Cuando se camina sola por las calles de México, la mirada suele mantenerse agachada para evitar el contacto visual, sobre todo en la noche, o en sitios en los que nos sentimos inseguras. Es preferible observar referentes externos que indiquen el camino, que fijarse en los transeúntes aledaños y toparse con una mirada que escudriñe nuestro cuerpo. A pesar de tener dudas sobre el lugar en el que nos encontramos, lo mejor es aparentar conocer el camino y evitar transmitir cualquier señal de inseguridad o de desconocimiento del entorno. Lo mismo ocurre en el transporte público, lugar donde el cuerpo aprende a atrincherarse para evitar los roces y tocamientos no invitados e indeseados.


La queja más pronunciada respecto a lo que acabo de narrar tiene que ver con la predominancia de la violencia que padecen los hombres. A ellos los matan más, los asaltan más, los extorsionan más. En esta crítica se observa la falacia del falso dilema. Dicho razonamiento incorrecto demanda que se minimice la violencia que padecen las mujeres, poniendo el énfasis en cuál es el mayor número de víctimas por género. La cuestión no es optar por analizar un tipo de violencia, sino diferenciar ambos fenómenos e investigar sus distintas manifestaciones.


Si se habla sobre la violencia que enfrentan las mujeres, existen factores que trazan patrones muy distintos a la violencia que padecen los hombres: el tipo de violencia, la persona que la inflige y el lugar donde acontece. De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 del Inegi, 43.9% de las mujeres (mayores de 15 años) reportan haber sufrido un acto de violencia en una relación de pareja a lo largo de su vida. El mayor tipo de violencia que se reporta en una relación de pareja es la emocional (40.1%), seguida de la económica (20.9%) y la física (17.9%).


El siguiente ámbito donde más nos sentimos violentadas es en lugares públicos o comunitarios, 38.7% de las mujeres reportan un incidente violento a lo largo de su vida. En estos espacios (calle, transporte público, centros comerciales, etcétera), el tipo de violencia que más se experimenta es la violencia sexual (66.8%), seguida de la emocional (23.3%) y la física (9.9%). Esta encuesta también reporta que al menos 4.4 millones de mujeres sufrieron violencia sexual al ser niñas; los agresores e n su mayoría son familiares cercanos, como tíos, primos y hermanos.


En la gran mayoría de los casos de violencia contra las mujeres no se denuncia ni se levanta una queja por distintos motivos. La ENDIREH reporta que la mayoría de las mujeres no denuncian actos violentos en una relación y en el ámbito comunitario, "porque se trató de algo sin importancia que no la afectó". El "miedo a las consecuencias" es otra de las razones más reportadas. En estos dos motivos se vislumbra un círculo vicioso. Los diversos tipos de violencia que padecen las mujeres (emocional, sexual, física y económica) y el lugar donde acontecen, normalizan la relación que establecemos con este fenómeno tan complejo. Aprendemos a vivir sin que nos afecten ciertas manifestaciones violentas porque no hay forma de librarse de padecerlas. Sin embargo, la prevalencia de las mismas en todos los ámbitos de nuestra vida y la reacción nula e incluso perjudicial que se percibe ante las mujeres que denuncian, infligen miedo. Un miedo doble: a sufrir la violencia y a las consecuencias en caso de denunciar. Para empezar a romper este círculo, es necesario evidenciar la diferencia entre la violencia que padecen las mujeres y dejar de minimizar el fenómeno haciendo alusión a un mayor número de víctimas.


Twitter: @itelloarista



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