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Opinión Columna


El por qué de los debates


Publicación:11-03-2018
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Necesitamos más y mejores contenidos, que nos permita tener elementos de valoración objetiva sobre lo que ofrece cada candidato.

 

"Todos pueden ver lo que pareces, pero pocos saben lo que eres". Nicolás Maquiavelo.
"El Príncipe". Capitulo XVIII.

Maquiavelo entendía muy bien que en el juego de la política, la simulación es fundamental para la consecución de los fines últimos que persigue un gobernante o un aspirante a gobernar. En realidad, el pensador florentino, que ha sido mal interpretado a lo largo de 500 años, sugería al príncipe nuevo hacer lo que todos los hombres de poder hacen, con el fin de preservar al Estado: fingir, aparentar, "ya que quien engaña, siempre encontrará a alguien que se deje engañar".


En su contexto y proporción, estás ideas siguen siendo vigentes al día de hoy y son moneda de curso común en las democracias. Por supuesto, en algunas más que en otras.


Creo que Maquiavelo no se hubiera imaginado qué tan ciertos son sus consejos, sobre todo en México, con el modelo de comunicación política que tenemos vigente, en donde se privilegia la propaganda y la mercadotecnia, como el medio idóneo para elegir a nuestros gobernantes. Eso explica en buena medida el por qué tenemos en lo general una clase política tan frívola, inculta, incompetente y mediocre para atender y entender los asuntos sensibles del Estado, ya que están dados los incentivos para elegir a políticos que se comportan más como artistas que como estadistas.


En efecto, este modelo está diseñado para que en un spot de 30 segundos aparezcan los candidatos maquillados y disfrazados, muy sonrientes, con música de fondo e iluminación y formato de cámaras apropiado, en donde ofrecen promesas imposibles de cumplir. Véanse los ejemplos de los tres principales candidatos a la Presidencia: "Voy a acabar con la corrupción", "voy a hacer de México una potencia" o bien, "voy a entregar una pensión universal para todos los mexicanos".


Obvio que por los escasos segundos que tienen, no dicen cómo lo van a lograr, ni cuánto va a costar una promesa de esa naturaleza. Es claro que este modelo estimula, y mucho, a prometer irresponsablemente, pero también porque no hay consecuencias en caso de incumplimiento.


En nombre de la equidad y competitividad se justificó este mal modelo de comunicación, que ha lastimado seriamente el poder soberano que tenemos para autogobernarnos, por medio de elecciones libres, si entendemos que son libres en la medida en que las opiniones se forman de fuentes de información libres, diversas y plurales, lo que permite tener en consecuencia procesos electorales con mayor calidad en la información con la que decidimos en conjunto.


Si bien es cierto que en toda democracia los spots publicitarios son parte del proceso para prometer o atacar al adversario, también es cierto que la ausencia de información se puede suplir con debates libres entre los candidatos, lo cual permite que los ciudadanos contrasten y decidan por la opción menos mala, con base en las propuestas presentadas, y no por la cooptación o influencia emocional con la que nos invitan a votar a través de los spots.


En nombre de la libertad, se deberían de privilegiar más debates entre los contendientes, lo cual nos va a permitir identificar, con historias menos simuladas, el conocimiento, la preparación, las propuestas y las acciones que piensan llevar a cabo, en caso de que el voto les favorezca. Los debates nos permiten tener más certeza, al menos tener información más verídica de la que ofrecen las redes y los spots.


Me pregunto si con los millones de spots que tendremos de aquí hasta que termine la elección, es suficiente la información con la que contamos, para que podamos deliberar y decidir cuál es nuestra mejor opción de gobierno en los próximos seis años. Claramente no. Necesitamos más y mejores contenidos, que nos permita tener elementos de valoración objetiva sobre lo que ofrece cada candidato.


Creo que está en el interés de todos, incluso de los propios candidatos.



« Redacción »