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Opinión Columna


El tiempo, un imposible


Publicación:13-06-2018
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Mucha gente vive pero no vive realmente, el tiempo de vida no es la vida del tiempo.

 

El tiempo transcurre, nos preexiste y traspasa, es relativo –se dice. Más sin embargo el tiempo, ese imparable e irreversible, hasta el nuevo aviso tecnológico, que importa al humano es el tiempo significativo, el tiempo que introduce un elemento de vida a la vida meramente cronológica, medible. De ello podemos desprender que mucha gente vive pero no vive realmente, el tiempo de vida no es la vida del tiempo.


El tiempo significativo, que importa, que hace sentido para alguien es una conquista singular, de uno a uno, nadie puede hacer esa experiencia por usted, toca a cada uno, descubrir cuando no inventarlo. Pero podemos establecer algunas coordenadas, algún punto, aunque subjetivo, donde puede aparecer-se para alguien: justo en el punto donde se recupera –o se toma por vez primera- el tiempo presente del instante como fundamento duro y Real, de la existencia; dejando caer toda referencia nostálgica agotadora idealizadora del pasado o esperanzadora sobre el futuro; se abren todas las opciones, ninguna estrategia, todas las tácticas (Jacques Lacan) no dando por sentado o referenciado a un concepto, teoría o formas de pensar, estilo piloto automático, a fin de inventar el futuro, ya que “La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo” (Jorge Forbes).


Al decir o escribir algo, al instante, ya en la pantalla o en el papel, eso deviene otra cosa, una resonancia polifónica de sentidos, que como flujos de tiempo (fisca cuántica) trazan sus vectores al tiempo que crean un espacio y circuito singlar, sin ninguna referencia ni garantías, más que el deseo de realizar tal o cual cosa, de emprender y responder por eso que lo ha tomado a uno, en tanto experiencia a ser vivida, y no pensada o creer que se puede definir, explicar. Ya que una característica del tiempo significativo, singular es que no puede ser explicado, reducido a suposiciones, sino vivido.


“Nadie puede decir cuál es el sentido de la vida, pero es cierto que a través de una pasión, de un deseo, le podemos dar sentido a la vida; ese es el testimonio que los jóvenes nos dan” (Massimo Recalcati) Pues si nadie tiene la última palabra sobre la vida y sobre la muerte, lo cual implicaría que la vida puede ser explicada, puesta en palabras, cosa por demás absurda, entonces estamos, en la vida, ante dos opciones: ser genéricos, responder de forma automática, creyendo no equivocarnos por el simple hecho de obedecer algo o alguien que se ha colocado en el lugar de la verdad, sin cuestionar nada, o inventar una respuesta, creativa, singular y responsable ante tal o cual situación o experiencia, no dejándole al otro, al semejante o a la institución (medio de comunicación, escuela, iglesia, gobierno, empresa, etc.) la respuesta última sobre “¿quién soy?”, ¿qué es la realidad? y “¿qué debo de hacer?”. Con lo cual, justamente se erige de nuevo, la nostalgia al pasado, ese culto sobre “otro tiempo fue mejor”, o la esperanza tranquilizadora e irresponsable en una cosa/persona/concepción… sin que tengamos que hacer nada, desapareciendo el tiempo de vida, el tiempo de despertar uno a uno, en la singularidad.


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« Redacción »
Camilo Ramírez Garza


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