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Opinión Columna


La salida rápida del fascismo


Publicación:30-10-2018
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El riesgo está latente, cuando una doctrina tan extrema penetra efectivamente en el campo de las opiniones

Los resultados dados a conocer por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, sobre la consulta popular realizada en la ciudad de México en torno a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en que del total de los participantes un 27 por ciento se pronunció en favor de edificar el nuevo aeropuerto en Texcoco y el abrumador 73 por ciento de los ciudadanos consultados votaron por seguir con el antiguo aeropuerto en funcionamiento, la apertura de dos nuevas pistas en el aeropuerto militar de Santa Lucía y la reanudación del aeropuerto de Toluca acompañado del tren rápido que comunica a la capital del país con la del estado de México, ha generado un ambiente de tensiones entre Enrique Peña Nieto -y el grupo de empresarios a los que el gobierno ha beneficiado con la privatización de negocios públicos desde la gestión de Salinas- y el entrante que arrastra la carga de que los beneficiarios del gobierno no pudieron sostener un punto de equilibrio en que los trabajadores continuaran reduciendo sus demandas de mejoría salarial, en tanto el mismo grupo favorecido recogió los frutos de su sacrificio agravado por las ideas nuevas de la economía globalizada sujeta al estancamiento y al robo de la privatización.


En realidad, los empresarios congregados en torno el Consejo Coordinador Empresarial y a la Cámara de la Industria de la Transformación se han quejado de un engaño por parte de Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que lo que se sometería a consulta ciudadana sería la legalidad o la ilegalidad de los contratos dados en la construcción del nuevo aeropuerto, lo cual no constituye un engaño porque esos contratos suponen un derecho a ser resarcidos en caso de incumplimiento en el supuesto de que se hubiese impuesto la decisión de construir el nuevo aeropuerto en Texcoco. Lo que suceda desde que convocó a la consulta es por cuenta y riesgo de los constructores, porque a nadie beneficia su propio dolo, a sabiendas de que se estaba discutiendo la viabilidad del aeropuerto cuya construcción permaneció en los claro oscuros de las elecciones, con independencia de que lo que ofreció López Obrador fue examinar los contratos derivados de la licitación para explotar recursos petroleros, ahí donde se sabe que el volumen de los yacimientos probados son superiores a los contemplados en la licitación de los contratos convenidos.


El conflicto de intereses surge cuando Carlos Slim -quien fue beneficiario de política de precios seguida a la adquisición que hizo de Teléfonos de México, convirtiéndolo de un simple prestanombres en el hombre más rico de México, y quien sin hacer un solo gasto- ahora en defensa del Nuevo Aeropuerto Internacional de la ciudad de México en Texcoco, condena a que la cancelación de su construcción se traducirá en la pérdida del importe de un mil quinientos millones de pesos, a que asciende el capital de la Aportación del Fondo para el Retiro de los Trabajadores.


Al lado de estas circunstancias, en que agoniza la gestión de un presidente más ocupado por el temor de que la alternancia deje de ser un juego en que se conjugan las reglas aceptadas por todos: no abusar del poder y transmitirlo íntegro al contrincante en caso de derrota electoral, no puede concebirse la existencia de un partido revolucionario que rompa con el esquema de limitarse a administrar en depósito las inclinaciones del cuerpo electoral, aceptado así como el árbitro intermitente e indiscutido, finalmente, concluyó haciendo resentir la acción para dar margen a un sistema de moderación y demagogia, de educación y engaño del elector, hasta que conceptos de la economía hicieron fracasar al sistema.


El riesgo está latente, cuando una doctrina tan extrema penetra efectivamente en el campo de las opiniones, es capaz de crear el extremo opuesto y precipitar de este modo una violenta guerra civil de opiniones, en la cual, en los partidos no funcionan y en la otra guerra, no es posible sostener una posición intermedia, y por consiguiente tampoco son posibles las soluciones democráticas. Este fenómeno ha aparecido frecuentemente en el curso de la historia. En épocas de crisis se hace especialmente manifiesta la interacción perniciosa de los extremos. Así el marxismo extremo, extremo, opuesto a la crueldad del capitalismo por una parte y el antisemitismo por otra, , incubó el fascismo. Buen ejemplo de este proceso es la historia reciente de Alemania e Italia. Y ha puesto en peligro la democracia en Francia y la ha amenazado en otras en otras naciones democráticas.


Ya fue mucho que decir por la decisión de no identificar a los responsables del desastre frente a los aires del cambio institucional. Pero sí no hay nada que pudiese mediar entre los dos extremos sujetos a consulta popular, el país pudiese ser arrastrado por la misma inercia de los resultados electorales en un ambiente sumido en la devastación de una guerra civil insensata, porque los ganadores no admiten que han cambiado las reglas sobre la mentira y el engaño, cuerpo y espíritu de un sistema basado en la duración y resistencia de una generación a la que los años se le cuentan por lustros y décadas, desde 1982.



« Redacción »
Carlos Ponzio


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