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Opinión Editorial


Crimen internacional en México


Publicación:29-07-2019
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La semana pasada ocurrió en un centro comercial de alto nivel adquisitivo de la ciudad de México, un asesinato donde fueron atacados  a sangre fría, dos comensales de un restaurante  de comida china, que después las investigaciones aseguraron que se trató de dos ciudadanos israelitas con antecedentes criminales.

El escenario del crimen fue más allá de un guión de película, simplemente la realidad superó la ficción; una célula del crimen organizado participó en este ataque; se considera que al menos cinco personas obraron directamente; un par de ellos enfrentaron a una patrulla afuera del centro comercial y, de manera casi simultánea, dos supuestos clientes del restaurante Hanun se levantaron y se dirigieron a una mesa donde se encontraban los israelitas; un hombre y una mujer se aproximaron y desenfundaron sendas pistolas con las que, sin compasión, ejecutaron en el acto a los dos  confiados comensales, Benjamín Sutchi y Alon Azoulay.

Las cámaras de seguridad dieron fe de los hechos, que si fueran parte de un guión cinematográfico,  éste resultaría verdaderamente  inverosímil; observar a una sicaria correr desesperada buscando alcanzar a sus cómplices para huir y, en el camino arrojar por aquí y por allá, una peluca de color negro, además de una blusa entre otros detalles, resaltando  su complexión robusta que no traducía una figura en forma para realizar una huida a toda velocidad; todo ello simplemente rebasó las imágenes de ficción de cualquier película de acción y violencia hollywoodense.

La policía atrapó a una mujer que fue detenida  y posteriormente dio positivo en las pruebas de radiozonato, con lo cual queda evidenciada prácticamente, además del testimonio en el video, como presunta asesina de los hebreos; los cómplices huyeron; ella alegó como parte de su declaración que se trató de una cuestión pasional; supuestamente uno de las víctimas le había sido infiel. Obviamente las líneas de investigación de la procuraduría capitalina desecharon esta versión y predominó la de ajuste de cuentas entre mafias y,  esto resulta ser  lo significativo: organizaciones criminales de carácter internacional vinculadas con las nacionales.

Desde hace tiempo que el crimen organizado mexicano ha tejido vínculos con mafias de otros países; recordamos el caso del ex gobernador Yarrington que fue arropado por la mafia italiana calabresa  durante  su huida al ser acusado de vínculos con el narcotráfico. Obviamente, de manera histórica, tenemos los vínculos con mafias colombianas  y, en general, con organizaciones criminales de Asia y Europa.

Las dos víctimas asesinadas a quemarropa en la plaza Artz eran criminales profesionales, de primer nivel en cuanto a sus contactos y experiencia; como la mayoría de éstos entre sus antecedentes generalmente están vinculados con  organizaciones gubernamentales de seguridad, en este caso el Mossad, que representa lo más selecto de las agencias de seguridad hebrea. Además, este país por su situación histórica y geográfica, se mantiene de manera permanente en preparación para ataques  contra los vecinos árabes y, esto sin mencionar que se trata de una población con una herida  reciente efectuada por los nazis durante la segunda guerra mundial, que los llevó a trabajar de manera sistemática en prevenir nuevamente  convertirse en víctimas de movimientos y acciones tan salvajes y sádicas como ocurrió con el exterminio al que fueron sometidos; el Mossad es un ícono en este sentido.

Esperanza N, de 33 años, la mujer detenida y aprendiz de sicaria, no posee una trayectoria y una preparación técnica en el ámbito criminal, como la de sus víctimas, sin embargo, esto no fue obstáculo para que llevara a cabo su encomienda de manera exitosa, ya que, junto con su cómplice, no les dio tiempo a nada; los israelitas a pesar de su larga trayectoria  y experiencia, la sorpresa y la confianza, los empujó a una situación sin salida.

¿Qué entrenamiento pudo tener Esperanza N, para matar a sangre fría como una sicaria experta? Aun conocemos poco sobre sus antecedentes, si fue una ex policía sería comprensible su nivel de destreza, de no ser así, los motivos y la decisión total de Esperanza de Tláhuac,  para llevar a cabo este acto violento no dejan de sorprendernos profundamente. Según su declaración inicial fue un motivo pasional; sabemos que muchas mujeres que se involucran con el crimen organizado lo hacen en un principio por amor a un delincuente, que las utiliza y las manipula para cometer sus fechorías. Puede ser el caso también de Esperanza N, pero no podemos estar aún seguros de ello.

Probablemente  en la medida que tengamos  más información sobre su historia se develará un proceso de victimización a la que fue sometida durante su infancia: un padre violento, un tío abusador sexual, una madre sin escolarización que la maltrataba mientras dañaba su autoestima, la pobreza, la marginación social, la falta de oportunidades, la falla en el control de impulsos, una ira contenida por años y su explosividad emocional  intermitente. Lo anterior no sabemos si alcance realmente para explicar un acto  homicida como éste, a sangre fría, un acto antisocial propio de una persona psicopática.

Los hechos allí están  y traspasan la ficción, Esperanza N representa, paradójicamente,  una pérdida de esperanza respecto a la evolución del crimen y la violencia en nuestro país; cuando somos testigos de menores de edad o mujeres participando en acciones de extrema violencia, realmente debemos considerar que la realidad está mostrándonos situaciones críticas que deben preocuparnos y que es necesario tratar de resolver, aunque éstas superen nuestra capacidad de comprensión.

El caso de Esperanza de Tláhuac además nos permite vislumbrar la mundialización del crimen organizado, situación que debe ser atendida por una policía nacional vinculada globalmente con otras organizaciones de inteligencia policiaca; y que México por su carácter de río revuelto, invita a muchos pescadores (organizaciones criminales) a tratar de aprovechar las aguas turbias  (la debilidad de las fuerzas del orden  por preservar el estado de derecho), para su propio beneficio patrimonial y económico.

Esperanza de Tláhuac es un signo de la evolución de la criminalidad en México, un salto cualitativo en el nivel de violencia, que sigue creciendo cuantitativamente a pesar de los esfuerzos iniciales de la Cuarta  T.



« Redacción »
Arturo Delgado Moya

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