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Opinión Editorial


Educación, reformas van… reformas vienen


Publicación:13-12-2019
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Aun cuando el gobierno federal ha puesto en marcha la contrarreforma educativa para dar al traste con la “estruendosa” reforma peñanietista que se promulgó en septiembre de 2013, hace ya poco más de seis años, debemos esperar con cierto escepticismo los resultados que pudiera ofrecer este nuevo intento de remediar, aunque sea en algo, el deficiente nivel educativo que tenemos frente a países más desarrollados y por debajo, tristemente, de otros en vías de desarrollo.
Los resultados de la sexta prueba del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, PISA por sus siglas en inglés, que se aplicó en 2018 a jóvenes entre el tercer año de secundaria y primero de bachillerato, cuyos resultados fueron dados a conocer hace unos días, vienen a confirmar que las estrategias educativas, planes curriculares y programas de estudio han demostrado su ineficacia y se han estrellado con la realidad de la escuela mexicana.
Nuestros jóvenes egresan del nivel de educación secundaria con serias carencias en el dominio de habilidades matemáticas, de lectura comprensiva y científicas, estando muy por debajo del promedio de los 36 países que, junto con México, integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y lejos, muy lejos, de los países asiáticos que lideran la gráfica como China y Singapur. Aun debajo de latinoamericanos como Chile y Uruguay, y hasta Costa Rica. Estos dos últimos sin pertenecer a dicha organización mundial.
¿Qué pasa en nuestro país y por qué desde el año 2000 –cuando inició la prueba que se aplica cada tres años- estamos estancados, con apenas unos movimientos marginales en los indicadores? La realidad de México no es muy distinta a muchos de los países latinoamericanos con niveles socioeconómicos.
Andreas Schleicher, director de Educación y Competencias de la OCDE, impulsor del programa PISA y autor del libro “Primera Clase”, atribuye los resultados en Latinoamérica a múltiples factores, muchos de los cuales encuadran y describen el caso nuestro.
Señala que en la mayoría de los países la profesión de maestros es muy estática, es una forma de trabajo industrial. Y sí, en México es prácticamente nula la capacitación y actualización en métodos de enseñanza y aprendizaje para los maestros. El gobierno no las implementa ni antes ni ahora, ni siquiera cuando con la reforma peñanietista las prometió para aplicar el examen de permanencia que fue criticado como un mecanismo de persecución laboral, más que educativo. Los maestros no tienen gran interés en la capacitación, pues para su subsistencia diaria trabajan dos y hasta tres turnos al día.
Muchos de ellos dejaron su preparación normalista hace dos, tres o más décadas, desde entonces nunca han recibido actualización alguna en sus estrategias y su actuación ante el grupo no ha variado ni un ápice. A eso debemos sumarle que muchos, en edad de jubilación, permanecen en servicio por el incentivo económico que les ofrece el gobierno para seguir activos, con lo que las finanzas públicas no se ven agobiadas por la carga de las pensiones, pero, por desgracia, se evita la renovación de los cuadros magisteriales con la llegada de nuevas generaciones formadas en las escuelas normales. A las finanzas públicas le conviene más un maestro con un sueldo y un pequeño incentivo que un maestro jubilado y otro activo con sus respectivos sueldos.
Mientras un maestro de secundaria en Singapur trabaja como máximo 16 horas a la semana frente a grupo, en México el maestro de un solo turno dedica entre 20 y 25 horas por semana, más el tiempo que debe dedicar a la llamada “carga administrativa” como es el llenado de calificaciones, las evaluaciones y diversos formatos. Multipliquemos eso por dos o por tres para quienes tienen dos y tres plazas.
Otro factor es la desigualdad que, dice el escritor, en América Latina está, en gran parte, “diseñada”, por lo que deducimos con ello se refiere a que la desigualdad social está modulada por los sistemas económicos de instituciones monetarias internacionales. Esta desigualdad se traduce en oportunidades para muy pocos y falta de oportunidades para muchos más que, por estrechez económica y segregación social, ven reducidas dramáticamente sus posibilidades de desarrollo académico, profesional e intelectual, al no contar los sistemas educativos con espacios suficientes para atenderlos. En el México neoliberal empezó, de facto, una “privatización” de la educación que, desde entonces, fue apoderándose el mercado educativo, incrementando su cobertura frente a la educación en las escuelas públicas. Consecuencia de esto es la desigualdad en el acceso a la educación universitaria y bachillerato.
A estas circunstancias debemos sumar otros factores endémicos como es la saturación de los grupos que, en algunas ocasiones, alcanzan cerca de los 50 alumnos, a lo que si bien puede sobreponerse el trabajo docente, no permite un seguimiento puntual de la problemática que presenta cada uno de sus alumnos, aunado esto a la dificultad que conlleva, en esa circunstancia numérica, la heterogeneidad con que están conformados los grupos, en donde confluyen alumnos de alto, medio y bajo desempeño, conforme a los lineamientos que prevalecen en el sistema educativo actual y que, en determinado momento, valdría la pena revisar sin prejuicios de discriminación, sólo a la luz del pragmatismo educativo, como sucede cuando es detectado un niño “genio” que, para aprovechar su potencial intelectual, es separado de un grupo ordinario para recibir enseñanza académica en forma personalizada o con otros individuos que tienen el mismo coeficiente intelectual y velocidades de aprendizaje muy por encima de los demás.
El gobierno federal actual tiene apenas un año en el ejercicio. Dentro de 2 años se aplicará de nuevo esta medición internacional. Es poco tiempo si consideramos que en un año no ha variado en mucho la estrategia educativa, pues apenas recientemente se lograron los cambios constitucionales y de leyes secundarias para echar atrás la reforma del régimen anterior que tanto confrontó y vilipendió al magisterio.
Cesó la persecución laboral y la evaluación punitiva, pero es fecha que no se ha puesto en marcha la capacitación y actualización de los maestros. Ya no se sienten perseguidos, pero tampoco sienten la necesidad de actualizar sus métodos didácticos.
Hay que evaluar también si los libros de texto propician que no haya una estandarización de la enseñanza, pues cada materia tienes diversas versiones, con diferentes autores y casas editoriales, cada una con sus técnicas didácticas. En países asiáticos se utilizan ya, como complemento didáctico uniforme, tutoriales en video para exponer temas o clases, exponenciando la educación a través del internet y los dispositivos electrónicos. Un intento de hacer esto tuvo lugar en el 2004, durante el gobierno de Vicente Fox, al poner en marcha su programa Enciclomedia que, la vuelta de sexenio con Felipe Calderón, fue un rotundo fracaso y se suspendió en 2010. No sin antes haberse gastado miles de millones de pesos para el enriquecimiento de algunos cuantos “vivillos”.
Por si todo esto fuera poco, la educación en nuestro país está atiborrada de intereses políticos. Los maestros, de pronto, están más preocupados por lo que sucede en sus sindicatos y sus “conquistas” laborales, que por lo que pasa en las aulas.
Y en el ámbito político, es fecha que en el gremio más numeroso del país prevalece la incertidumbre respecto al destino del SNTE, pues el gobierno, por quién sabe qué causas o intereses, no acaba de estrechar el cerco para presionar a que, por fin, se lance la convocatoria para renovar la dirigencia nacional, en los términos y métodos de la reforma laboral aprobada este año por los legisladores.
Así las cosas, el éxito del sistema educativo nacional depende de múltiples factores. No podemos tener mejores alumnos si antes no tenemos mejores maestros. Además se requiere el esfuerzo de los gobiernos, los directivos, los sindicatos y hasta los padres de familia como actores fundamentales en el proceso de enseñanza y aprendizaje.




« Redacción »
José Luis Garza

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