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Opinión Editorial


José Agustín


Publicación:19-01-2024
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José Agustín enriqueció la literatura de dos maneras: una, dio vida a un nuevo personaje: el joven, y acercó a un nuevo lector a la literatura: el joven

Mick Jagger, el sempiterno preboste de los Rollings Stones a sus 80 años de edad sigue rolando por el mundo y a casi esa edad, a los 79 años, murió José Agustín, el 17 de enero de 2024, uno de los escritores más importantes de México y de América Latina. Mientras Jagger desafiaba los esquemas de la música, haciendo del rock la nueva música clásica, José Agustín hacía lo mismo en la literatura. La música y la palabra se presentaban de una forma no vista antes: irrupción, desafío, quimera sicodélica.

      José Agustín enriqueció la literatura de dos maneras: una, dio vida a un nuevo personaje: el joven, y acercó a un nuevo lector a la literatura: el joven. En efecto, Agustín dio vida a la juventud mexicana en la década de los sesenta y setenta y aglutinó en su obra a los lectores hasta entonces inéditos: los jóvenes. Antes de él, la literatura era muy seria, encajosa, formal con tramas y temas apostilladas en lo común. Sí, Juan Rulfo, sí Carlos Fuentes, sí Sergio Pitol, pero los jóvenes no los leían: estaban distantes, salvo los universitarios o los estudiantes de la facultad de letras.   

      Y entonces aparece La tumba, el primer libro de José Agustín, que escribió a los 16 años pero publicó a los 18 porque ningún editor se atrevía a publicarlo, por su contenido y por la juventud del autor. Y le siguió De perfil y entonces la literatura se volcó en un barranco sin fondo. Carlos Fuentes se sorprendió. A Carlos Monsiváis no le caía bien. Octavio Paz ni en el mundo lo hacía. Elena Poniatowska lo apapachaba.

      Y los jóvenes leyeron lo que en realidad les estaba pasando. Y se identificaron porque la forma en que se hablaban los personajes y la manera en que eran narrados era su propio lenguaje. Identificación y espejo. 

Y el lenguaje era el principal protagonista en sus libros porque estaba trasladado a la página desde la calle, del habla clasemediera de los jóvenes que creían en Los Doors y en la poesía de Jim Morrison, los albures, el juego de tonos, la picaresca verbal, los neologismos, los chicanismos. Entonces tenemos a los jóvenes como lectores y protagonistas, al rock como tema literario, al lenguaje fresco e innovador, la adolescencia como nuevo paradigma literario (no más rucos, muertos, militares, abogados).   

      Así, José Agustín abrió la puerta literaria para que otros entraran, dos ejemplos: Juan Villoro y su libro La noche navegable, José de Jesús Sampedro y su libro Si entra él yo entro. Y de esta forma muchos escritores, poetas y narradores, ya no tuvieron miedito de escribir sobre lo que estaban viviendo en las grandes urbes y en el mundo entero. Ya no había campesinos con calzones de manta ni caciques ni historias de amor atolondrado ni crímenes sin castigo, no, ahora el rock hacía vibrar la concepción imperante sobre la literatura.  

      Aunque a decir verdad, quien realmente comenzó la literatura de ese tipo, por no decirlo en términos de Margo Glantz, la onda, fue Parménides García Saldaña, quien no solo escribió sino vivió la etapa del rock, sexo y drogas. Sus libros son la pauta y la brújula: Pasto verde, El rey criollo, Mediodía, En la ruta de la onda. De ahí José Agustín aprendió y siguió la huella, claro, agregando frutos buenos de su cosecha. Pero no fue reventado como Parménides, por eso brilló en plena luz del día.

  Desde luego, eso no le quita ni un pétalo a la valía de José Agustín, quien seguirá vigente, en la vida y en la literatura, durante mucho mucho tiempo.  




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